En el asunto está casi todo dicho. Sólo queda desear que todo salga de rechupete y podamos celebrarla sin contratiempos. De darse las condiciones propicias (me resisto a decir "de hacer bueno" porque, cuando llueve, no hace malo, ¿lo pillas?) comeremos allí, jugaremos al voleibol, ping pong, fútbol, etc. dado que hay mucho espacio para ello 😏
¿Te animas a venir?
Teníamos dos motivos por los cuales celebrar el bicibús, el pasado jueves, uno: porque era el preámbulo del Carnaval al que, con él, dábamos comienzo y, dos: porque por fin, una vez más, se "levantaban" las medidas covid-omicron y podíamos juntar niños de diferentes edades en esta actividad.
A partir de ahora -y esperemos que, de manera definitiva- volvemos a nuestro modelo de Ciclonautas, Meteoros y Tornados y, con él, a la posibilidad de organizar la segunda bicicletada del curso, la segunda de "Bajo nuevos cielos" y... ¡Tacháaaaaan!, ¡el Bicibús de los Deseos que no pudimos hacer en Navidades!
Ajústense los cinturones (para que no se les caigan los pantalones, sobre todo) pues ¡ahí viene la Plaga, le gusta rockanrolear... Y pedalear!
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| Algunos de los alumnos de quinto que pedalearon |
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| Con el bicibús cuidamos el... |
Es un clásico, entre los ciclistas urbanos, el debate sobre cuánto se tiene de héroe, o heroína, al pedalear entre los coches en una ciudad con tanto tráfico como Madrid. Que compartir la calzada, así, a pelo, con esas moles de una tonelada (o más) de peso supone un ejercicio de arrojo, pues, mira, es verdad. Y si no lo crees así, pregunta a las personas a las que les gustaría hacerlo por qué no se deciden...
Pero si es cierto que ser ciclista urbano exige cierta dosis de valentía también lo es que pedalear siguiendo unos consejos -y modos adecuados de circulación- minimiza la sensación de desamparo, inseguridad, etc. que uno puede llegar a sentir cuando está solito entre tanto motor.
Muchos de nosotros aprendimos a montar en bici de niños, cuando era relativamente sencillo, aunque no olvidemos que no fue "un campo de rosas". Doler, siempre duele cuando te caes, lo que pasa es que se nos olvida al hacernos adultos. Desollarte las rodillas, las palmas de las manos, los codos forma parte de la infancia, algo a lo que no te puedes resistir ni evitar, porque es el modo en que, psicomotrizmente hablando, el cuerpo adquiere las habilidades para mantener el equilibrio, pedalear, esquivar los obstáculos y todas aquéllas que se traducirán, con la práctica continuada, en un dominio adecuado del vehículo "estrella" de la niñez. De adulto, si te caes, te rompes. Tu cuerpo ya no tiene la flexibilidad ni la capacidad de recuperación lobezna que se gastaba en aquellos lejanos tiempos chicle. Y, con todo y con eso, existe un perfil de personas que se lanzan a esa aventura. Me estoy refiriendo, sobre todo, a mujeres que o bien hace lustros que no pedalean, o que nunca lo hicieron y se animan a aprenderlo (¿reflejo de una sociedad machista en la que los padres no regalaban a las niñas, por aquellos tiempos, bicicletas?) Lo veo por todas partes, bien sea en Pedalibre, en talleres organizados por el Ayuntamiento o, en este caso, en nuestro colegio. Es loable que estas mujeres tengan la inquietud, la decisión y la autoconfianza para animarse a circular en la calzada, pues los obstáculos a los que se enfrentan son más numerosos de los que afrontamos nosotros, los que fuimos ciclistas desde niños.
Y aterrizo, por fin, en el quid de la cuestión. En el Zuloaga ha habido un grupo de madres que quería aprender a circular con más seguridad por diversos motivos. Unas porque sus hijos van al bicibús y les apetece sumarse para echar una mano en su organización o, simplemente, para compartir esa experiencia con ellos. Otras porque se plantean, incluso, desplazarse por la urbe en bicicleta por sí mismas.
Para todas ellas se ha organizado un tallercito de aprendizaje en el que, primero de manera individual y, más adelante, de modo colectivo, se les enseña cómo utilizar correctamente las marchas (imprescindible para no morir en las cuestas), mantener las distancias adecuadas de aquellos elementos susceptibles de generar algún sustillo (y minimizar los riesgos), señalizar los giros (ayudando al resto de usuarios de la calzada a saber qué es lo que vamos a hacer), utilizar de manera coherente la tipología de las calles aprovechar nuestra condición de potenciales peatones y, sobre todo, por encima de cualquier recomendación, activar el "modo anticipación" que es crucial para todo aquél que entra en la calzada manejando un vehículo lento: anticipar lo que va a ocurrir, ver con tiempo las jugadas de ajedrez que realizan, y realizarán, las fichitas de ese ajedrez gigante que es la calzada: torres, reinas, caballos y peones danzan de carril en carril, de paso de cebra en paso de cebra, con movimientos medidos -o improvisados- de manera constante y, a veces, impredecible.
¿Qué mejor manera de estar presentes, despiertos, conscientes de nuestro cuerpo y de todo lo que nos rodea? Pedalear siempre es un ejercicio magnífico de conexión con el aquí y el ahora, pero si se hace en una ciudad, más aún.
¡Enhorabuena a esas valientes!
Preparado por la Comisión de Movilidad del Ignacio Zuloaga para, una vez más, ofrecer información a las familias que esperan en la calle, los peatones que pasan por delante del cole... En suma, dar idea de algunas de las cosas que hacemos con las bicicletas.
¿Cómo?, ¿que no sabíais que tenemos una Comisión de Movilidad en el centro? Pues sí. Se creó hace ya algunos años, está compuesto por maestros y maestras de diferentes tutorías y especialidades, y tiene como función -haciendo honor a su nombre- apoyar al proyecto "Con Bici al Zuloaga" en la medida en la que éste lo necesite, como, por ejemplo, confeccionando estos murales. 😉
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| En esta ocasión, informa sobre la Bicicletada al parque del Oeste y sobre el Bicibús que no se pudo hacer (pero que, afortunadamente, en breve, disfrutaremos) |
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| Detrás de él, un hermoso espectáculo: uno de nuestros numerosos aparcabicis |
Una vez más, una niña del cole nos dona una bicicleta. ¡Qué suerte! Con el objeto de saber más de ella, y de su bici, le hemos hecho una entrevista...
W: ¿Cuántos años tienes, Silvia?
S: Ocho
W: ¿Y cuál es tu clase?
S: La de 3ºA, mi profe es Cristina
W: Esta bicicleta que nos has donado, ¿cómo llegó a ti?
S: Me la compraron, cuando yo era pequeña, para que pudiera ir con mi padre cuando él salía a correr. Yo ya tenía el equilibrio, sabía pedalear, y me ponía a su lado.
W: ¿Y cuántos años tenías entonces, más o menos?
S: Tres
W: ¡Uauh!, ¡tres años!
S: Sí, mi hermano y yo aprendimos a pedalear muy pronto, sin ruedines.
W: Utilizabais correpasillos, ¿verdad?, esos que vas con los pies en el suelo...
S: Sí
W: Qué bien. Y tu hermano, ¿cómo se llama?
S: Héctor, y tampoco va con ruedines.
W: ¿Y cuántos años tiene Héctor?
S: Pues tiene... Cuatro.
W: Y tú le ves que monta en el correpasillos muy bien, ¿no?
S: No, no, ya está pedaleando
W: ¿Ya está pedaleando? Qué maravilla. Oye, ¿qué es lo que más te gustaba de la bici que nos has donado?
S: El color. Eso y que no se estropeaba cuando yo la tenía. Mi padre se sentaba encima de ella, a veces, para ver si estaba bien, y yo pensaba: "¡Ay!, ¡a ver si se va a romper!
W: Pero no. Aguantaba muy bien el peso de tu padre
S: Sí, aguantaba muy bien
W: Y ahora, ¿tienes otra bici?
S: Sí, muy grande
W: ¿Y de qué color es?
S: Amarillo fosforito
W: ¡Uauhhhh!, ¡amarillo fosforito!, ¿le has puesto nombre?
S: No
W: ¿Sabes que mucha gente -yo también- les pone nombre a sus bicicletas? Las bautizamos porque, como pasamos mucho tiempo de nuestras vidas con ellas, de un lado para otro, acabamos queriéndolas un montón. Decimos "Esta es Walkyria... Esta es Titania..."
S: ¡Ah, pues, al llegar a casa, le pondré un nombre! Yo, en Galicia, porque el verano anterior y este invierno hemos estado en Galicia, pues allí yo tenía una bici especial que la alquilaba y que yo daba una vuelta por allí, por Galicia, un poco, y yo la llamaba "Estrellita".
W: La bautizaste, ¿ves? ¿Y la alquilaste porque no te llevaste la tuya de aquí, de Madrid?
S: Sí, tuvimos un problema con la baca del coche, porque mi padre no se llevó la llave, y tuvimos que alquilar bicicletas en un lugar que está muy muy muy muy muy cerca de la casa de mis abuelos. Allí hay una casa, y el padre tiene unos hijos, y uno de sus hijos las presta y le regaló una bici a mi hermano. Y ese padre nos deja una bici, que siempre es la misma.
W: Muy bien, pues vamos a acabar ya la entrevista. La publicaré en breve.
S: ¿Dónde, en YouTube?
W: No, en el blog del colegio. Muchas gracias, Silvia, te voy a hacer una foto con esta luz que está entrando, que te da en el rostro, y estás muy guapa, y con ella finalizamos ya la entrevista.
S: Muy bien
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| Silvia posando con la magnífica bicicleta que nos ha donado y con la que, a partir de hoy, otros niños podrán aprender a montar |
El pasado 9 de febrero disfrutamos del taller que STARS nos había ofrecido. La mecánica que lo impartió, Isis, enseñó a la chavalería cómo revisar aspectos sencillos -y fundamentales- de su bicicleta: presión de los neumáticos, altura del sillín, posición de las manetas de los frenos, limpieza básica de cadena y, cómo no, la estrella de este tipo de talleres: el parcheado de cámara cuando se "pincha la rueda".
La hora no fue la más idónea -porque lo hicimos de 16:00 a 18:00 y los asistentes estaban ya cansados de tantas horas de cole- ni el sitio elegido el más adecuado (¡ay, que se nos había olvidado que a las 17:00 salían los de extraescolares y estábamos junto a la puerta!) pero, quitando eso, por lo demás, todo un éxito. Muchas gracias al Ayuntamiento, por seguir organizando estos talleres, a Isis, por lo bien que lo hizo, y a todos los que asistieron, por sus ganas de aprender.
