Que un pedal se salga de su biela, apenas a unos metros del cole, que algunos objetos salgan despedidos por un bache y se estrellen contra la calzada, que, una vez más, alguna cadena se escape de los piñones en mitad de la ruta, o que uno de los nuestros, buscando la foto perfecta en marcha, pierda el control y se caiga aparatosamente podrían ser motivos para decir que la bicicletada ha sido muy accidentada -y lo ha sido- y que no ha ido bien. Pero, reflexionando sobre ella, también se puede hacer otra lectura: es difícil que no ocurra nada "malo" o imprevisto (la vida tiene esas travesuras) cuando tantas personas y personitas se desplazan en bici, pero la experiencia nos dice que todo se resuelve, nada es determinante y los pedales se encajan, las cadenas se doman y el grupo se sobrepone a esos obstáculos.
¿Y qué queda, además del calor, el sudor, los chorros de agua fría de la fuente del parque del Casino de la Reina o los lanzamientos a las canastas de sus canchas? Pues miles de cosas vividas por cada uno a lo largo de esta intensa (una bicicletada siempre lo es para los que la organizamos) jornada. Como por ejemplo que los ciclistas del Zuloaga han salido de la puerta de su cole y han llegado -y atravesado- el corazón de la ciudad... ¿Y qué más? Intentad adivinarlo a partir de lo que dicen las fotos de la entrada correspondiente...
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