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jueves, 14 de julio de 2022

BAJO NUEVOS CIELOS: Reflexiones de Marta y Lorenzo

El día después de la gran aventura, caminando por el barrio, y después de haber dormido
de nuevo en su saco en el suelo de la habitación , Lorenzo iba recordando el fin de
semana, escenificando una de las cosas que más le gustó: las cuestas abajo por el camino
de tierra. Para él, como casi para todos los peques, fue lo más divertido, las bajaban sin
ningún miedo, haciendo ruidos de rally y controlando perfectamente la situación.
Yo, le conté, que precisamente eso fue lo que más miedo me dio, las piedras y la tierra,
hacían que no controlara bien la bici, con un único miedo: caerme. He de decir que lo
logré, pegué un buen derrape, y alguno más, pero no me caí. Con Chema, al lado, dándome
conversación y ánimos. Gracias, Chema.
Lorenzo me respondió: "Pues no tienes que tener miedo, tienes que disfrutar, jugar, y si te
caes, hay un montón de personas que te van a ayudar, ¡y un botiquín!"
De esto, saco mis dos primeras conclusiones: la diferencia entre personas adultas (algunas)
y los peques y el apoyo y acompañamiento colectivo de todo el grupo que te da seguridad y
confianza.
El disfrute de los peques fue total, su fuerza física, alegría, constancia y aguante absoluto,
no dejaron de sorprendernos y de enseñarnos. Cuando parábamos a descansar, adivinad
quiénes descansaban y quiénes aprovechaban para... ¡Jugar, escalar, explorar!
El apoyo colectivo y la experiencia con tu criatura. Una de las cosas que más animó a
la aventura fue saber que iba con un grupo de personas con las que el respeto, la
confianza, la ayuda y el cuidado estaba asegurado. Me viene mucho la imagen de María
Jesús subiendo una cuesta (pedaleando) y empujando a la vez a Jorge, que a pesar de
estar malito, no se rindió. ¡Bravos los dos!
Ir con personas que se ocupan de tus hijos e hijas, como si fueras tú, no tiene precio. Más si
en el pelotón, como es en nuestro caso, nunca vamos juntos. Al principio tanto en el bicibús, como en las bicicletadas, me gustaba ir con Lorenzo, o detrás. Luego me di cuenta, después
de escucharme: "¡Lorenzo! ¡Cuidado! Lorenzoooo, ¡cuidado!", que iba más pendiente de él de
lo necesario, y que me olvidaba de disfrutar yo. Así que Lorenzo con sus colegas, y yo con
las mías poniéndonos al día, o conociéndonos mejor. Plan perfecto, compartes con tu hijo y
también lo haces por y para ti.
Otras de las cosas, de hecho la principal, fue tener esa experiencia con él, dormir en el
campo, bajo las estrellas, pedalear, y sentirnos orgullosos el uno del otro, cuántos abrazos
nos hemos dado en las bicicletadas de este año gritando: "¡He subido la cuesta entera! ¡he
metido bien el plato!" Sí, para algunas los dichosos platos siguen siendo un reto, y por
supuesto: ¡Qué bien nos lo hemos pasado!
El guía. No nos cansamos de agradecer a Walter, una vez más, no solo su entrega y
dedicación, si no su templanza, serenidad y paciencia.
- Walter, ¿cuánto falta?
Y SIEMPRE, la misma respuesta: "Menos".
- Walter, has dicho que quedaban 10 km y llevamos 12km.
Y él, siempre tranquilo, y con sonrisa (sí, muchas veces malvada): "Bueno, he dicho unos 10".
También su experiencia, y dedicación a todas las personas que nos animamos. Si no me
equivoco, revisó cada una de las bicis: "Esta esterilla va mal, esta camisa se te va a enganchar"
¡¡Los cordones!! ¿Cuántas veces habrá dicho Walter esta frase este último año?
Disfrute y resistencia
- Marta, tía, estoy al límite. Esta frase, a la vuelta, entre risas nerviosas, se repitió
unas cuantas veces. Otra, la mejor: "Nunca pensé que mi cuerpo aguantaría".

Ha sido una experiencia maravillosa a todos los niveles, en la que te das cuenta de que sí
puedes, siempre puedes un poquito más. Y que a pesar de los momentos de cansancio, la
mayoría son de disfrute y de satisfacción, incluso de bailes de rock and roll subida en la bici.
Bajo estrellas y encinas.
Estar tumbada en la tierra, mirando el cielo, las nubes, las estrellas, es, definitivamente un
regalo; y eso que para ver las estrellas había que jugar con la mirada entre las caprichosas
ramas de las encinas que tan amablemente nos acogieron.
De nuevo los peques durmieron como lirones, sin escuchar la música que nos llegaba de no
sabemos dónde, la caprichosa ave nocturna -que aún no hemos descubierto cuál es- ni a
los niños mayores son su eterna charleta; eso sí tampoco escucharon el precioso cuento
que nos contó Walter antes de “dormir”.
También es un regalo las dos pedazos de paellas que nos hizo el papá de Marco y Luca,
que nos esperaban en el barrio a la vuelta, gracias, gracias.

Gracias a todo el grupo, gracias a Walter y al cole que tenemos. Para mi, la escuela, el cole,
siempre ha sido un lugar donde participar, aportar, y vivir experiencias con mi hijo, en los
años que considero más importantes para él, en su desarrollo como personita. Esto significa
también: aprendizaje colectivo, tejer barrio, defender las escuelas de nuestros hijos y de
nuestras hijas y vivir aventuras como esta. ¡Vamos a por muchas más!

Lorenzo:
● “Lo que más me ha gustado ha sido dormir bajo las estrellas, porque estuvo muy
guay, y lo que menos me gustó fue que parecía que venía un coche y hay que estar
en súper silencio y daba un poco de miedo que nos descubriera”
● “Lo más emocionante ha sido que cuando nos dijeron que estaban arando (por lo
que no podíamos ir por el camino que Walter tenía pensado para dormir), y que nos
preguntaron que si íbamos a San Agustín de Guadalix y todos los adultos diciendo
que sí, y todos los niños diciendo: ¡¡¡¿¡Vamos a San Agustín de Guadalix??!! Fue muy
gracioso y fue una súper aventura”
● “Al principio costó un poquito, porque era la primera vez que ibas con alforjas, pero
después te acostumbras” “Había unas cuestas que eran horrorosas, pero a la vuelta
cuando las bajamos eran súper guays” “Costaba un poco por las roquitas, y porque
temblabas, pero a mí me gustaba eso, porque tiemblas, y porque me divierto, no
pienso en el miedo y me divierto”



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