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viernes, 23 de septiembre de 2022

BICICLETADA: Bicicletada Stars del Día sin Coches, 22-9-22

Había que estar prontito en el Jesús Maestro -la cabecera de la ruta a la que pertenecíamos-, por lo que quedamos a las 8:00 en el cole para salir a las 8:30. Íbamos tres maestros tres madres y un compañero de Pedalibre de apoyo. Un magnífico grupo de apoyo de adultos. Como habíamos preparado las bicis los días anteriores, no hubo ningún contratiempo y salimos, raudos como centauros, a las 8:25. Paseíto suave y benigno hasta la calle Guzmán el Bueno, donde está dicho colegio. Una vez allí, empezó el alboroto. Se mascaba en el ambiente (policía, niños, bicis, banderolas) que se estaba empezando a liar parda. Ajusté mi altavoz. Iba a poner buen rock and roll para ambientar el paseíto. 

Las bicicletadas Stars tienen sus luces y sus sombras. Desde que se iniciaron, siempre fueron una alegría, por lo que supone de encuentro entre centros que fomentamos la bicicleta y, como suele decirse en la actualidad, de "empoderamiento" de los peques de la calzada de nuestra agitada y contaminada urbe.

A esta luz inicial yo le añadiría -para que adquiera los tonos grises propios de las realidades- unas sombras observadas a lo largo de los años que se han celebrado. Como toda bicicletada "oficial" (Ayuntamiento, etc.) supone ser guiada por policía, agentes de movilidad, SAMUR, voluntarios, etc. Personas que cortan el tráfico, intentan mantener unido al pelotón, se enfrentan a los enfadados usuarios de la vía pública afectados y hacen frente a toda la casuística derivada de dicho evento. Contrasta completamente con las bicicletadas celebradas por los colegios -sin escolta policial-, en las que somos el grupo de adultos organizadores los que hemos de coordinarnos para conseguir que circulemos correctamente sin que haya conflicto alguno. Y lo cierto es que lo conseguimos. Pedalear por un solo carril de circulación (en las calles que tienen varios), por las que tienen un solo sentido (tranquilas), habiendo planeado previamente dónde parar para no molestar, así como tener claras las indicaciones -entre nosotros- para hacer frente a cualquier imprevisto (pinchazos, salidas de cadenas, cortes del pelotón, etc.) supone un gran trabajo en equipo. Las "oficiales" no dejan de ser un pequeño circo de pitidos, rabias, y un modo de circular que no propicia el conocimiento de las normas, y leyes (escritas y no escritas) que rigen la convivencia de un espacio tan peculiar como es la calzada de una ciudad. ¿Los niños pedalean, se lo pasan bomba (el mejor día de su vida, suelen decir), hacen ejercicio, se relacionan con otros centros educativos, sienten que forman parte de un proyecto inmenso? Sí, eso se cumple a la perfección. Pero yo diría que, si una experiencia ciclista escolar se redujera solo a eso, sería tan deficitaria como la conocida fiesta del "Día de la Bicicleta" en la que se cortan grandes avenidas y se garantiza que familias enteras disfruten de un pedaleo seguro. ¿Es malo esto, hemos de estar siempre con los dientes afilados mirando agresivamente a los coches que suelen rodearnos y atufarnos a diario? Evidentemente, no. Es tranquilizador (supone un gran alivio) olvidarse de todo y dejarse llevar por los agentes del orden, no tener que ser quien se enfrente a nadie ni reclame su derecho a existir.  Pero no es suficiente, e incide en la idea de que, para pedalear por la ciudad de un modo seguro, necesitamos que alguien vele por nuestra integridad. Y ése es el punto que me rechina un poquito de estos macroeventos. Por supuesto que nos los merecemos, después de andar luchando tanto a lo largo del año, día a día, entre coches, autobuses, motos y humos. Pero hemos de tener cuidado con sentirnos orgullosos de su celebración quedándonos sólo en eso. Creo que me he explicado.

Otro aspecto que hace que se me levante la ceja es el hecho de que, a medida que han ido pasando los años -los diferentes grupos de gobierno municipales- este evento se ha desplazado a lugares donde no molestemos más de lo estrictamente necesario. Si antes se nos convocaba en la Cibeles, ahora se hace en el Madrid Río. Si antes inundábamos de bicis y niños la Gran Vía, Callao, Plaza de España, Princesa, etc., ahora nos hacen dar una microvuelta (de Legazpi a Pirámides) para volver a meternos en el redil del Matadero y aledaños (fuera de toda posible molestia al tráfico rodado, contaminante, que tanto queremos y demandamos reducir). Es más que evidente la intención. Fotos y reportajes cacareando que se ha llenado el centro (mentira) de Madrid de bicicletas el Día sin Coches con el objeto de que no se pueda decir que no se hace nada, desde el Ayuntamiento, para celebrar dicho evento, cuando no se propicia ni el transporte gratuito ese día, ni restricción alguna para la circulación de los coches. Una mera farsa que desplaza, a ese futuro que nunca llega, las medidas de verdad importantes para que se pueda sentir (y no solo decir) que no es que se esté celebrando el Día sin Coches sino que, además, se están sentando las bases para transformar, de verdad, los modos que tenemos de desplazarnos en Madrid.

En fin, que es lo que nos toca y, no por ello, aunque haya cierta tristeza, se empaña lo que fue una fiesta que los niños disfrutaron enormemente. Una vez hecha esa minibicicletada, volvimos al Matadero (junto al Invernadero de la Arganzuela) y tuvimos nuestros minutos de gloria en la que leímos (para nadie más que para nosotros) el manifiesto e hicimos entrega de los regalos que cada colegio había preparado para otro. 

El Zuloaga, que había informado de que regresaría por su cuenta, para no llegar excesivamente tarde al cole (lo que hubiese ocurrido de haber acompañado al resto de colegios Stars que estaban en nuestra zona... Ya tuvimos una experiencia semejante), nos marchamos a las 12:30 de allí. Llaneamos por Madrid Río hasta San Antonio de la Florida, paramos diez minutillos para que los chavales jugaran en un bosque de cuerdas y plataformas colgantes (junto a la Puerta del Rey) y, tras entrar al Parque de la Bombilla, pasamos al del Oeste, subimos por Ferraz y el Paseo de Moret hacia Moncloa. Una vez allí, subimos por Joaquín María López hasta Vallehermoso, Parque de Santander, Federico Rubio y Numancia para llegar, exactamente, a las 14:30 a nuestro cole, hora que habíamos previsto. Todo un éxito. Los niños estaban baldados (el calor, el espacio recorrido -cerca de 30 kilómetros-, la hora de la comida...) pero lo hicieron de verdadera maravilla.

No quedaba más que felicitarse y felicitar al equipo de Stars por el inmenso trabajo que habían realizado organizando este evento tras dos años de no haber podido celebrarlo por el escenario covid. 

Que el Ayuntamiento de Madrid, como ente abstracto responsable (junto a la Comunidad de Madrid, al Gobierno Central, a la ONU, al universo humano entero, ¡pardiez!) de la salud pública no haga mucho por solventar los gravísimos problemas de contaminación que tenemos (atmosférica y acústica), así como del abuso de ocupación del espacio público por parte de los coches, no significa que, en su seno, no haya personas que no crean en -que no creen- un mundo nuevo, limpio, sensato, soñado y soñable. Por ellos levanto mi copa. No, espera, mejor mi bici. Sí. Por ellos, por ellas, levanto mi bici. Por nosotros todos. Los que estamos ahí, aquí, al pie del cañón negro del tubo de escape. Para que, algún día, no tengamos que celebrar el Día sin Coches porque, simplemente, no los habrá en el modo en que los hay hoy. Amén.










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