lunes, 22 de enero de 2024

BAJO NUEVOS CIELOS: Como predijimos, la liamos parda, 20-1-24

Hacer una rutilla cicloturista conlleva exponerse a situaciones imprevistas, que pueden llegar a ser, en muchas ocasiones, molestas. Que se te pinche la rueda (bajo la lluvia), que te quedes sin comida o agua (y estés lejos de algún lugar donde puedas reponer), que hayas dormido fatal, que tengas malestar por estar enfermo, débil, etc. Todas son situaciones que se pueden dar, viajando en bici, y que te van a poner en un lugar nuevo. Te van a mostrar quién eres cuando las cosas se tuercen (o, al menos, quién eres ese día en concreto).

Si comienzo la narración de esta manera es porque el sábado nos encontramos, al cruzar la pasarela del Anillo Verde Ciclista que conecta con el Puente de San Fernando, con un hermosísimo barrizal. Cierto es que podríamos haberlo evitado (si la tropa hubiese sabido que existía una opción B, la limpia) pero a mí me interesaba que entrenásemos las cualidades que nos permiten afrontar las adversidades que todo cicloviajero ha de cultivar: paciencia, buen humor, compañerismo y flexibilidad. Saber adaptarse a lo que venga con la mejor sonrisa y tener ese afán de superación que te va a servir, además, para tu vida personal.





El barro no suele ser bien recibido: mancha, resbala, se introduce por todas partes. Además, conlleva tener que lavar la bici luego (o de inmediato, depende de la textura que tenga, hay barros tan densos que te bloquean la rueda al pegarse a los frenos y guardabarros). El que nos tocó a nosotros era papilloso, con un altísimo contenido de agua, resbaladizo a más no poder. Así que tuvimos que hacer gala del buen equilibrio que todo ciclista tiene y atravesar la pista marrón, a pie, empujando nuestras bicis (¡qué marrón!) Peeeeero... En unos minutos, nos encontramos en la magnífica senda fluvial del Manzanares que está prácticamente terminada y que nos llevó, en un paseo delicioso, junto a la ribera de nuestro famoso río hasta El Pardo.










A mí lo que me llegó a cansar fue que a nuestra derecha no dejasen de aparecer pistas y pistas polideportivas (Parque Deportivo Puerta de Hierro, Club El Tejar de Somontes, Federación Madrileña de Hockey Hierba, Complejo Deportivo de Somontes...) que no permitió conectar con esa sensación de estar en la naturaleza tan necesaria como saludable. ¿Lo bueno de esta situación? Pues que los peques estuvieron muy entretenidos viendo cómo se jugaba al golf, hockey, pádel, rugby, montaba en pony, etc.

El paseo al Pardo, por fin, se ha convertido, gracias a esta iniciativa -después del desaguisado que montaron con tanta autovía y carretera con nudos mil en esa zona, sin acordarse de hacer un triste carril bici segregado que rindiera homenaje a la famosísima ruta ciclista a dicho pueblo, todo un clásico-, en una manera agradable, y sin muchas complicaciones, de acceder a tan hermoso lugar. El cielo era azul, los cormoranes tomaban el sol en los árboles caídos sobre el revuelto Manzanares y, en un abrir y cerrar de ojos, llegamos a nuestro destino, donde una de las madres había reservado mesa, el día anterior, para los diecisiete que componíamos la expedición. Un bar restaurante donde nos dieron de comer abundantemente por un más que módico precio. Excelente.




Así que tocó regresar y detenernos, esta vez con más tranquilidad (pues no teníamos que llegar ya a ningún sitio a comer a una hora concreta), a observar los diferentes deportes que se practicaban en esta costanilla encajada entre el río y la carretera M-605. Pero, esta vez, cuando teníamos que abandonar la senda fluvial, sin barro, por la escalera que conduce a la puerta que lleva al campo de Rugby de Puerta de Hierro. Una vez subida, pudimos ver los trompazos, melés, lanzamientos de bestiajos y demás travesuras que, además de generar (en mi caso) sorpresa y admiración por los practicantes de rugby, también me reafirmó en la negativa que siempre sentí hacia su práctica, allá en mis años mozos.



Después vino la subida por la GR 124, la Dehesa y... Llegada al barrio. Nuestro querido Zuloaga. Habíamos salido a las 9:50 y regresábamos a las 17:30, satisfechos, tras los alrededor de 30 kilómetros pedaleados. Estupendo. ¡Muchas gracias a todos, todas, por este bonito día!



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