La fórmula para poder llegar todos al Huerto Zuloaga a las 8:30 es sencilla: dividirnos en equipos que vayan a buscar, cada uno por su cuenta, a determinados niños. De esa manera todos confluimos en el Huerto a una hora que nos permite estar veinte minutos cantando, comiendo y colgando nuestros deseos de los árboles.
Claro que, dividirnos en equipos, supone un acto de confianza y coordinación importantes. Supone que ya muchas madres, muchos padres, asumen esa responsabilidad: la de buscar a niños a sus domicilios y llevarles a un punto concreto. Microbicibuses. Y eso es increíblemente transformador. Son adultos que ya no precisan al habitual guía para que desarrolle esta tarea. Y una vez que se ven capaces de hacer eso, son conscientes de que pueden hacer muchas otras cosas en bicicleta.
Cantar nuestro "Villancico bicibusero" con las panderetas, la botella de anís "El Mono", comer polvorones, mantecados, unas deliciosas rosquillas (¡cocinadas por la misma familia que el otro día preparó la sopa marroquí!) y colgar de las ramitas nuestros deseos es, para los bicibuseros y bicibuseras, una celebración que se ha convertido ya en una tradición.
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