La simbiosis Pedalibre-Con bici al Zuloaga funcionó perfectamente. Salimos del colegio un nutrido grupo y, en Plaza Castilla, completamos el cupo fijado. Rectos como una flecha, pedaleamos Bravo Murillo, hasta la altura de la calle María de Guzmán, donde paramos para conocer algo más de la primera mujer que obtuvo un doctorado universitario en España y nos divertimos con un juego lingüístico que hizo ver la variedad, y riqueza, de las lenguas que los participantes manejaban. Bajamos, por Eloy Gonzalo y General Martínez Campos, hasta la calle Fortuny, donde hicimos la segunda parada en la que fue la "Residencia de Señoritas". Ana Llorente, compañera del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil Ana Pelegrín, nos situó en ese decisivo momento para las letras y ciencias españolas femeninas y charlamos, largo y tendido, sobre cuántos de los valores, y contravalores, de aquella época aún permanecen en la actualidad (en lo que a los diferentes sexos se refiere). Enfilamos hacia el Parque del Oeste, donde aprendimos algo más sobre Concepción Arenal, frente a su estatua, mediante la interpretación que hizo Olga Aranda -madre de varios alumnos del Zuloaga- y, por último, bajamos a ver la escultura de la escritora Elena Fortún e hicimos un repaso de su vida y obras.
Ahí finalizó la parte "cultural" y comenzó el desparrame chavalero por las cuestas abajo del césped mullido e invitador a croquetear, (como a ellos tanto les suele gustar). Posteriormente, sus energías se emplearon en la recogida de troncos (consecuencias aún latentes de Filomena) para construir una suerte de minitipi rústico que hizo sus delicias. Se lo pasaron en grande pero, lamentablemente, dado el estado de "precaución" que nos guía y embarga, en esta ocasión, decidimos no hacer comida colectiva, para evitar las temidas aglomeraciones de gentes que puede dar lugar a disgustos covideros, así que nos cogimos las bicis y, en menos que canta un gallo, en plena hora de comida, nos volvimos al barrio.
Reflexiones sobre las posibilidades y usos de la bicicleta por parte de la mujer madrileña, la Celia de Elena Fortún o el porqué de las conductas paternalistas hacia las mujeres ciclistas fueron la salsa que aderezó esta deliciosa jornada que, a posteriori, una vez analizada, dejó varios posos: uno es que fuimos muy muy visibles en grandes vías de nuestra urbe (a las anteriores mencionadas sumaríamos Eduardo Dato, Luchana, Alberto Aguilera...) dado el carácter reivindicativo que las bicicletadas tienen, y otro es que, debido al elevado tráfico que se observa en las mismas, y lo maravillosamente bien que lo hicieron los niños, en la próxima bicicletada, como premio, vamos a circular por vías totalmente opuestas: tranquilas, de un sólo carril de circulación. Aquéllas que nos alejen lo más posible de toda contaminación acústica, atmosférica y, sobre todo, del agresivo ronronear del tráfico madrileño. Nos lo hemos ganado.
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