Hay que asustar a los coches, para que se queden en casa, metidos en sus garajes, sin contaminar, sin ocupar el espacio público con ruido y peligrosidad (y hay que tener un sistema público de transporte de mercancías y personas eficiente, rápido, no contaminante, fácil, barato). Como ese aún no es el caso, hemos de seguir pedaleando para reivindicar una ciudad más amable y, sobre todo, para divertirnos y compartir juntos actividades que supongan nuevos hábitos en nuevos mundos.
Y a propósito de los mundos: la frontera entre el de los vivos y el de los muertos -según el Samhain celta- se debilita en estas fechas... Nosotros queremos que las fronteras entre las dimensiones de los ciclistas y el resto de los usuarios de la calzada también se debiliten. Que permee la sensibilidad y la empatía, que todos podamos compartir ese espacio del modo más pacífico y respetuoso posible. ¡Y, puestos, que no se nos olvide que Halloween es un guiso norteamericano cuyos ingredientes son europeos!, ¡así que: a celebrarlo, pedalear y asustar a los que habitualmente nos asustan!
Pero como se trataba de vivir una experiencia terrorífica, tuvimos un espeluznante percance: una de nuestras bicibuseras se nos desmayó -cuando, afortunadamente, estaba quietecita- en una de las paradas que hicimos para recoger a otros compañeros. Atendida por la Policía Nacional (que pasaba por allí), por el Samur (al que había llamado uno de los padres) y, también, de inmediato, por una de las mamis bicibuseras (que tenía muy claro cómo intervenir en estos casos) la niña se recuperó de lo que luego supimos había sido una fuerte bajada de glucosa. La energía ingerida en el desayuno se había volatilizado y su cuerpecillo le dijo que mejor tumbada que pedaleando. Lo malo fue la rotura de sus dientes delanteros, que se golpeó contra el suelo al caer inconsciente, y que le quedarán como recuerdo del terrorífico día en que le dio "una pájara descomunal". Todos los que pedaleamos de manera prolongada, constante, hemos sentido, alguna vez, ¿verdad? los síntomas asociados a esa circunstancia. La primera vez que yo lo viví, no sabía qué me estaba pasando... Mareo, confusión, debilidad... Así que, ya sabéis, ciclistas: bien desayunados y atentos a cómo os habla vuestro cuerpo cuando pedaleáis. Y si eres de los candidatos a sentir pájaras, mejor si llevas algo de glucosa de rápida absorción en tu alforja, mochila...
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