Similar a como ocurre en "Atrapado en el tiempo", nos vimos en la puerta del cole, el domingo por la mañana, sacando las bicis de préstamo, hinchando ruedas, organizándonos en parejas y pedaleando todos juntos de nuevo, tal y como habíamos hecho el domingo anterior. En esta ocasión vinieron 39 personajes y personillas, todos dispuestos a "darle un poquito más de caña a la bici" que en una bicicletada al uso. Bajamos por la Universitaria y Parque del Oeste para pasar, a la Casa de Campo, por la pasarela sobre la M30 junto al polideportivo José María Cagigal.
La anécdota entre graciosa y dantesca la protagonizaron el (por desgracia) numeroso grupo de moteros disfrazados de Papá Noel que, parados en el semáforo de la Avda. de Valladolid, junto al Puente de los Franceses, nos saludó efusivamente -pitando a todo pitar, haciendo rugir sus motores- pensando que, quizás, hasta nos haría gracia. ¿En qué cabeza de chorlito puede caber el creer que contaminar atmosférica y acústicamente, a lo bestia, pueda hacerle gracia a un silencioso y respetuoso grupo de ciclistas? ¡Un grupo de niños! ¡Niños a los que les estamos enseñando a no contaminar, a tener una vida activa! El mundo al revés... Otra: ¿Y qué ayuntamiento puede seguir tolerando que se "celebre" la Navidad de esta manera tan asquerosa? Pues el nuestro. Y el de muchas otras ciudades, me temo. Es que estamos a años luz, amigos, de darle un poco a la materia gris que encierra nuestra cabecita.
Bueno, volvamos al Parque del Oeste, a esa satisfacción de estar entre árboles, entre amigos, con tooooodo ese espacio inmenso para pedalear a gusto. El primer reto fue subir al Cerro Garabitas, para que la chavalería empezara a gestionar el ascender durante un largo período de tiempo, de manera continua, sin agotarse, eligiendo bien la marcha y la intensidad. Una vez arriba todos, y comidas las barritas energéticas y frutas varias, me dispuse a explicar, con todo detalle, lo que había llevado ex profeso en mis alforjas para que fuera real, y no teórico, mostrar cómo viajamos los cicloturistas/cicloviajeros.
Y ya por último tocó regresar al barrio -esta vez por la GR124- pues otro de los atractivos de la ruta era aprender a ir y venir a la Casa de Campo, por diferentes lugares, para que cada cual pueda hacerlo por su cuenta y entrenar para la siguiente salida cicloviajera. Y la Casa de Campo, por su enorme extensión, ausencia de tráfico y entorno natural es, a mi juicio, uno de los mejores (si no es el mejor) lugar para hacerlo.
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Me llevé a Walkyria en su "máxima expresión" |
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Aprovechamos la coyuntura para limpiar el tablón de nuestro proyecto |
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A ponerse el casco y arrear |
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Una de las tomas de la marabunta ciclista |
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Otra, desde dentro del cole |
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Había que hinchar algunas ruedas, claro |
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El complicado paso junto al Puente de los Franceses |
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¡Hala, venga, a contaminar y contaminar, que no "pasa ná"! |
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Uno de los desafíos es hacerte la pasarela sin poner el pie en el suelo
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Más de uno (y una) se quedó aterido mientras contaba mis secretos alforjeros
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La interesante -e imprescindible de conocer- GR124 |
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Otra de las pasarelas "desafío" |
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Y después tocó pasárselo bomba en los toboganes naturales |
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El regreso |
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Con su perfil (¡Gracias, Bárbara!) |
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